Hubo vida antes de la muerte

Se cumplen 86 años del asesinato en Córdoba de la periodista francesa Renee Lafont.

Renée Charlotte Amélie Lafont. Ese fue su nombre. Aunque hoy puede que para usted ella no sea nadie, no siempre fue así. Pertenece a la fracción más impura que sobrenada en el crisol del relato humanitario reciente. Restos de escoria. Hasta ahí los denigraron.

Con su concepción tiránica y excluyente de la vida, hubo hombres que incendiaron la convivencia y, con ella, ardió también la democracia. Ellos forman parte del quién. Sus víctimas son las cenizas que salpican nuestra propia historia. Polvo por mano del odio, almas mermadas y deshechas hasta los mismos huesos, rociados en tierra baldía a la vera de cualquier camino.

Son el abominable trofeo que cuelga del aldabón de España. Eso incluye el dónde. El fruto del gatillazo más cainita del espíritu humano. No es el odio mortal e implacable, el feroz vértigo de la guerra que ahoga el último aliento hasta silenciar a la misma vida. No es solo eso. Hay matices imprescindibles que desplazan su suerte hasta posiciones casi inefables.
Les fusilaron la vida, pero yo les hablo del desenlace más crudo: el hurto de la propia existencia. Ya tienen el qué. La amnesia impuesta y una connivencia social casi centenaria, el laberinto irrespirable que desmaya la luz y solapa la verdad. La voluntad consciente de hacerlos desaparecer, de privarlos de identidad.

Los hijos de los muertos desconocerán sus nombres

Los años se derraman unos sobre otros, raciman los lustros, alumbran nuevas generaciones. Córdoba, madrugada del 1 de septiembre de 1936. He ahí el cuándo. Se cumplen 86 años de su asesinato. Pronto los hijos de los muertos desconocerán sus nombres. Sus familias no sabrán que existieron. Olvidarán el lazo hereditario y moral que les une. Ya está sucediendo. Y se habrán ido para siempre.
El porqué es simple: ganaron la guerra. La versión más oscura, tirana e indolente de lo que podemos llegar a ser se impuso en el frente, a tiros, y ganó el relato, también por las armas. Los ministros de la inmortalidad sentaron la gran escuela de la indiferencia, de los grises deplorables y el Quijotismo más rancio.

¿El cómo? Las lascas por la fuerza desgarradas, los retazos desprendidos de la gran piedra de la Historia, la realidad desordenada que, de hallar encaje, habrá de conformar la lumbre incandescente, el certificado de que hubo vida antes de la muerte.
Mañana 1 de septiembre de 2021, se cumplen 86 años del asesinato en Córdoba de la periodista y traductora francesa Renée Lafont. Entre enero y marzo de 2019 fueron recuperados del cuadro de San Ramón, en el cementerio de Nuestra Señora de la Salud de Córdoba, los cuerpos de varias decenas de personas, entre los que podría hallarse el suyo. Muchas familias esperan, todavía hoy, la identificación genética de estos cuerpos. Otras miles también aguardan el inicio de los trabajos que permitan recuperar los restos óseos de sus seres queridos asesinados.

Pablo Pérez Espino

Periodista, bisnieto de represaliados y miembro de AREMEHISA

Llamar dictadura a la dictadura cuatro décadas más tarde

Siglo XXI. Año 2017. Unión Europea. El rey Felipe de Borbón califica con rotundidad al franquismo como una «dictadura». Su padre nunca usó este término. Han pasado 42 años desde la muerte de Franco, 40 desde las primeras elecciones de este periodo democrático. Han pasado dos reyes y cuatro décadas, y el enorme retraso en admitir lo evidente deja claro el problema de desmemoria que tiene la democracia española.

El discurso del rey y la conmemoración del cuarenta aniversario de las elecciones de 1977 ha reabierto el debate sobre la Transición española; sobre sus luces y sus sombras. Sin duda, el sistema democrático que nació de la Transición ha sido un éxito para España. Pese a sus muchos defectos, pese a la última gran crisis económica, los últimos cuarenta años han sido, de largo, el periodo más próspero de nuestra historia.

No me atrevo a dar lecciones a aquellos que, con sus aciertos y errores, abordaron la difícil negociación con banda armada; los primeros años de una democracia amenazada a diario por el ruido de sables del búnker franquista. Probablemente tienen razón quienes argumentan que, en aquel momento, era difícil ir más lejos, y que por eso no quedó más remedio que apartar algunos temas, como el de las víctimas.

El gran desastre no está en la Transición, sino en el olvido de las décadas posteriores. En lo que no se hizo después, cuando el Ejército estaba ya controlado y la democracia no corría peligro; en unos años en los que restituir la memoria de las víctimas del franquismo y juzgar a torturadores como Billy el Niño no habrían puesto nada en riesgo.

Es hasta comprensible que el rey Juan Carlos elogiase al «generalísimo» Franco y sus «enormes cualidades humanas» en su primer discurso de Navidad, el 24 de diciembre de 1975; un mes después de la muerte del tirano y con todo su aparato de poder aún intacto. No tiene perdón que después no abjurase de aquellas palabras ni que hayan tenido que pasar cuatro décadas para que un Borbón llamase dictadura a la dictadura.

Han hecho falta cuarenta años para dar un paso tan pequeño, y lo mismo harán falta otros cuarenta para que el jefe del Estado avance por esa osada senda de llamar a las cosas por su nombre. Para que deje de hablar de guerra fratricida y se refiera a la Guerra de España como lo que fue: un golpe militar contra la legalidad republicana. Para que admita que la democracia no se estrenó en España en 1977; y que ese año tampoco se celebraron «las primeras elecciones democráticas». Para que recuerde también a las víctimas de esa dictadura que ahora la Casa Real acaba de descubrir, y que no merecieron ni una línea de su discurso. Para que España deje de tener un enorme mausoleo dedicado a un dictador, fosas comunes en las cunetas y torturadores impunes.

El homenaje que la democracia española le debe al héroe Francesc Boix

  • El PP no solo desprecia a las víctimas del franquismo: también los españoles víctimas del nazismo son víctimas incómodas porque recuerdan la complicidad de la dictadura española con los peores crímenes del siglo XX

Se llamaba Francesc Boix y en otro país distinto su nombre y su historia se enseñaría en las escuelas. Es el único español que declaró como testigo en los juicios de Nüremberg contra la cúpula del III Reich. Fue una de sus víctimas y también un héroe que ayudó a documentar el horror del régimen nazi. Boix acaba de ser homenajeado… en Francia. En España, su historia es ignorada.

Boix sobrevivió cuatro años y tres meses en Mauthausen. Fue uno de los 9.328 republicanos españoles que acabaron en los campos de concentración alemanes. Como todos los demás, Boix llegó allí tras la caída de la República, el exilio y la invasión alemana de Francia, donde fue capturado tras la derrota del ejército francés. Cuando entró en el campo de Mauthausen, Boix ya llevaba dos guerras sobre sus espaldas. Apenas tenía 20 años.

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En su uniforme a rayas de Mauthausen, Boix llevaba cosido un triángulo azul, el símbolo con el que los nazis identificaban a los apátridas, con una contradictoria ‘S’ de spanier. Era un español sin patria, víctima de dos gobiernos totalitarios: el de Hitler pero también el de Franco, que colaboró con el dictador nazi en el exterminio de los «rojos» y judíos españoles.

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Boix murió en París con apenas 30 años por una enfermedad renal; su paso por Mauthausen arruinó su salud para siempre. Desde este viernes, descansa en el Père Lachaise, el cementerio de las celebridades de París, al que fue trasladado en una ceremonia de homenaje presidida por la alcaldesa de París a la que también asistió el alcalde en funciones de su ciudad natal, Barcelona, y un consejero de la Generalitat de Cataluña. El Gobierno español fue el gran ausente. Solo acudieron dos miembros de la embajada, a pesar de que el Congreso en pleno le instó a enviar una delegación oficial a este homenaje.

Mariano Rajoy estaba ese día en París, pero no tenía tiempo para estas cosas.

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París entierra con todos los honores al fotógrafo español de Mauthausen

  • Los restos de Francesc Boix han sido enterrados en el cementerio de las celebridades de París
  • El acto ha sido presidido por la alcaldesa de la ciudad, Anne Hidalgo, y en ausencia de una delegación oficial venida de España, aunque Rajoy estaba en París
  • Boix robó en Mauthausen las fotografías que probaban los crímenes cometidos por los SS y declaró en los juicios de Núremberg

La alcaldesa de París deposita unas flores a los pies del ataúd de Francesc Boix / C. Hernández

Francesc Boix descansa ya para siempre en el Père Lachaise, el cementerio de las celebridades de París; y lo hace tras recibir un grandísimo homenaje. Un homenaje que ninguno de los otros 9.300 españoles y españolas que pasaron por los campos nazis jamás ha recibido en su patria, España.

A primera hora de la mañana de este viernes, los restos mortales del fotógrafo de Mauthausen fueron exhumados de la humilde y escondida tumba del camposanto de Thiais en que habían reposado desde su prematura muerte en julio de 1951. Boix apenas había cumplido los 30 años cuando las terribles secuelas físicas, provocadas por los más de 50 meses que pasó entre las alambradas nazis, acabaron con su vida.

Este segundo entierro del único español que testificó en los juicios de Núremberg contra la cúpula del III Reich ha sido muy diferente al primero. Entonces, en su último viaje, solo le acompañó un nutrido grupo de amigos y amigas, en su mayor parte exprisioneros de Mauthausen.

Hoy el acto ha contado con todos los honores de las grandes ocasiones, con la presencia de numerosas autoridades y el cariño expresado por centenares de familiares de deportados españoles y de ciudadanos anónimos llegados desde Madrid, Cataluña y diversas ciudades de Francia.

Una gran bandera republicana cubría el féretro del fotógrafo de Mauthausen / C. Hernández

El féretro con el cuerpo de Boix llegó al Père Lachaise cubierto por la bandera republicana. Entre los asistentes, Anna María, una de las sobrinas del fotógrafo de Mauthausen, apenas podía contener la emoción: «Es un día muy importante no solo para nosotros, su familia. Es un homenaje a todos y cada uno de sus compañeros», ha declarado a eldiario.es.

Junto a ella estaba la alcaldesa de París, Anna Hidalgo, que presidía el acto, el alcalde en funciones del Ayuntamiento de Barcelona, Gerardo Pisarello, otros representantes municipales y también de la Generalitat de Cataluña, encabezados por el consejero Raúl Romeva, y los presidentes de las Amicales francesa y española. El Gobierno de Rajoy, pese a que el Congreso le instó a enviar una delegación oficial a este evento, decidió limitar su presencia a dos miembros de su embajada en la capital francesa: el cónsul general y el consejero de Cultura. Eso, pese a que el presidente de Gobierno estaba justamente este viernes en París.

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Antonio Hernández
Deportado 4443

Reportaje de Carlos Hernández y Concha Esquinas

Esta es la historia de uno de los 9.300 españoles y españolas que fueron deportados a los campos de concentración nazis. Antonio Hernández, El Murciano, logró sobrevivir a cuatro y años y medio de cautiverio en Mauthausen.

Tras la liberación, permaneció en el exilio francés hasta su muerte en 1992. Años después, uno de sus sobrinos inmortalizó su historia y la del resto de prisioneros españoles en el libro «Los últimos españoles de Mauthausen».

Además, Antonio Hernández «resucitó» en las redes sociales. Durante tres meses y medio narró «en directo», a través de Twitter la vida y la muerte en Mauthausen. Su perfil, @deportado4443, superó los 45.000 seguidores que conocieron de primera mano la historia de los prisioneros españoles de Hitler. Todos sus tuits fueron recopilados en el libro-tuit gratuito «@deportado4443»

CRÉDITOS:

Un reportaje de Carlos Hernández y Concha Esquinas
Fotografías: Cortesía de los deportados; © MHC (Fons Amical de Mauthausen); del Holocaust Education & Archive Research Team

Imágenes de archivo: Steven Spielberg Archive, United States Holocaust Museum and Memorial

Músicas bajo licencia Creative Commons:
Moonlight sonata; Beethoven by Snowflake
The Broken by Admiral Bob featuring jeris
Clarinet concerto; Mozart by Douzy

‘Deportado 4443’, un grito español desde los campos de concentración nazis

  • El periodista Carlos Hernández de Miguel y el ilustrador Ioannes Ensis reviven en cómic el relato de Antonio Hernández, español que pasó cuatro años en Mauthausen

A veces, el corte del papel puede doler más que el de un cuchillo. Tiene una explicación física. La cuchilla es recta y su corte limpio, mientras que el corte de un papel flexible es irregular y sucio. Pero también existe en ocasiones una razón de raíz más poética: hay hojas que al leerlas, duelen.

Es el caso de Deportado 4443, un cómic que remite a un dolor histórico con referentes de altura que van de Art Spiegelman a  Fréderic Pajak pasando por Joe Sacco. Y lo hace tanto por la durísima historia real que narra como por la obliteración histórica a la que esta y muchas otras ha sido sometidas durante demasiados años.

Extracto de la portada de ‘Deportado 4443’. Ediciones B.

Se trata del testimonio de Antonio Hernández Marín, uno de los 9.300 españoles y españolas que sufrieron en sus carnes lo que significaba vivir y morir en un campo de concentración nazi. Estuvo cuatro años y medio en Mauthausen, donde se estima que fueron asesinadas más de 100.000 personas.

Hoy, su relato revive gracias a la unión de fuerzas de su sobrino, el periodista y colaborador de eldiario.es Carlos Hernández de Miguel, y del ilustrador e historiador Ioannes Ensis en Deportado 4443. El libro, publicado por Ediciones B, se presentará este miércoles 3 de mayo a las 19 horas en la  galería Swinton & Grant, en un debate con familiares de las víctimas moderado por Ignacio Escolar.

La historia de una voz que son muchas voces

Antes de habitar las páginas de este cómic, el testimonio de Antonio Hernández llegó a Twitter. En enero de 2015, la voz del prisionero español tomó la forma de @deportado4443, una cuenta que durante tres meses y medio narró  en directo su experiencia en el campo de concentración.

Tras combatir en la Guerra Civil, Hernández tuvo que exiliarse. Más tarde se alistó en el Ejército francés para combatir el nazismo, pero fue capturado y terminó en Mauthausen, donde se convirtió en un número: 4443.

La narración en Twitter de lo vivido allí llegó a tener una gran repercusión, con más de 40.000 personas que siguieron su testimonio. Su perfil era un agujero en el tiempo que nos trasladaba a otra época para narrarnos en primera persona y en presente qué estaba viendo. Su historia luego  se convirtió en documental y ahora se ha transformado en un cómic.

«El objetivo era imaginar que le habíamos dado un móvil a un prisionero de Mauthausen y que tuiteaba lo que veía», cuenta a eldiario.es Carlos Hernández, el artífice de la iniciativa para divulgar las vivencias de su tío en la red social. «Era una mirada al pasado pero que contaba lo que pasaba en tiempo real y que podías leer comiendo o en el bus», cuenta el periodista. «Convertí a @deportado4443 en el portavoz de todos sus compañeros e iba contando cosas que realmente pasaron a todo un colectivo de nada menos que 9.300 españoles y españolas».

Su voz llegó hasta los oídos de Ioannes Ensis, dibujante e historiador. «Me llamó y me dijo: ‘Me ha emocionado tanto esta historia que además no conocía, que tengo la necesidad de ilustrarlo'», explica Hernández. «Cuando narré esto en Twitter conté con imágenes históricas pero… de los campos de concentración hay muy pocas referencias gráficas, casi todo lo que hay es sobre la liberación pero no sobre su funcionamiento. Ioannes me ofrecía tapar los agujeros que existían en mi relato de lo que eran los campos nazis». Así nació Deportado 4443, un cómic que es hijo directo de la iniciativa en la red social, que a su vez desciende del anterior libro de Hernández, Los últimos españoles de Mauthausen.

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Un combate contra el olvido

«Francisco Franco fue responsable directo de esto, pero es obvio que una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, intentó borrar todo rastro de complicidad con la Alemania nazi, y en ese ‘trabajo’ se incluyó barrer de la historia a estos españoles que habían sido víctimas del franquismo cómplice de Adolf Hitler», defiende el periodista.

Una de las ilustraciones de Ioannis Ensis en ‘Deportado 4443’. Ediciones B.

«Ellos pensaban que a partir del 75 les había llegado el momento del reconocimiento por haber terminado en campos de concentración luchando contra el fascismo. Pero cuando se dieron cuenta de que no iba a ser así, les dolió profundamente», dice el periodista. «Ahora, 40 años después de la muerte de Franco, tenemos que seguir peleando para que esto se conozca, para que aparezca en los libros de historia y nuestros hijos sepan lo qué les pasó a sus abuelos».

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